- HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE...
Don Edelmiro y Doña Justina, un matrimonio inusual, llevaban muchos años juntos y seguían enamorados.
Cada 1 y 2 de noviembre, iban al panteón, para recordar a conocidos y familiares que andaban eternos por aquellos lares, sabían que sus días estaban contados y no tenían miedo de algún día irse con la huesuda nomas.
- Viejo mira cuanta tumba hay aquí, algún día estarán las nuestras
- Gran verdad es esa mujer, ya llevamos muchos años a cuesta, la juventud hace tiempo nos ha abandonado
- Vamos a la casa, allá tenemos comida en el altar, cenaremos con nuestros ancestros y platicar con ellos un momento
A paso lento, el matrimonio, miraba en los jóvenes gran algarabia y fiesta, mas alto una luna brillosa y limpia iluminaba sus pasos, cada uno con bastón en mano, iban a buen andar a su casa.
Al llegar y entrar, los recibió un aroma fuerte a incienso, en el altar las veladoras iluminaban cada foto de los que habían partido ya.
- Mujer, vente para acá comamos dulce de calabaza con leche o prefieres tamales
- Se me antojan unos tamalitos, por cierto, ¿Le pusiste su mezcal a mi papa, mujer?
- Si viejo, también su plato de chilaquiles bien picosos, también a mamá le puse su jarro con chocolate espumoso y su pan de muerto, ella le gustaba remojarlo y sopear
En un momento miraban cada foto, con su respectiva calavera de azúcar, se abrazaron.
Acercaron su mesa del comedor al altar, mientras cenaban despacio.
- No creo nos falte mucho para partir viejo
- Si, quizás mas pronto cruzaremos ese umbral, para reunirnos con ellos, cumplimos con nuestros hijos, ahora cada quien ya hizo su vida aparte
Después de cenar, se hincaron junto al altar y Doña Justina saco su rosario para rezar muy respetuosamente.
Al termino, ambos se fueron a dormir, las horas pasaban lentas y pesadas, cuando muchas voces los despertaron, al mirar observaron perplejos a sus familiares fallecidos, sonreírles.
- ¿Estas lista mujer para irnos con ellos?
- Si, recuerda, como te dije en el altar, "HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE"
Caminaron despacio, salieron a las calles del pueblo, miraban a la gente reír y cantar, algunos lloraban presa de la melancolía a sus difuntos, otros cenaban cerca de la tumba adornada.
Dicen que no hay deuda que no se cumpla y en este caso muerte que no llegue...
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